Ciencia para impacientes

jueves, noviembre 05, 2009

Darwinismo popular: ¿está escrito nuestro destino?

Hace tiempo que quería escribir una entrada sobre evolución en el blog, aprovechando que estamos en el Año Darwin. El tema se ramifica de forma inquietante cuanto más indago en busca de respuestas, así que voy a empezar por una cuestión sencilla: la interpretación popular de la teoría de la evolución como la garantía, científica, de que el hombre progresará de forma indefinida. Hablo del progreso en el sentido que le daba la Ilustración (corriente intelectual de la que seguimos siendo en gran medida herederos): el avance hacia cotas crecientes de bienestar y felicidad.

>Primero me centraré en algunos ejemplos que revelan la fortaleza de esta interpretación popular. Y acabaré con una breve reflexión al respecto, mero preámbulo a un nuevo post sobre si existe o no un programa de conducta inscrito en el ser humano, un destino de tipo ético. El tema está de candente actualidad, hoy he leído dos artículos al respecto, y no me resisto a enlazarlos ahora desde aquí: Más allá del Homo economicus, glosa de una obra del Nobel de Economía Amartya Sen, Sobre ética y economía (1989), y el enlace relacionado que propone el autor de la entrada anterior, El gen altruista: la evolución nos hizo bondadosos, donde se argumenta en contra del darwinismo social al hilo de investigaciones científicas recientes, en particular la obra del primatólogo Frans de Vaal, The age of Empathy (La era de la empatía, 2009).

1. Los indicios que he encontrado de que la evolución del hombre se suele intepretar en el sentido de un continuo ir hacia mejor son, irónicamente, refutaciones. Es decir, frente a la común creencia, alguien se propone demostrarnos que en realidad vamos a peor. Primer "contraejemplo", una viñeta de Forges al hilo de la conmemoración del Año Darwin. Por si no queda clara la desolación en el rostro de Darwin, que tiene todo el aspecto de un barbudo avatar del Creador, Forges nos recuerda que hoy en día aún tenemos pendiente la tarea de erradicar la esclavitud.

Confieso que la anterior viñeta es la que me movió a pergeñar esta entrada, meses atrás. Con poco esfuerzo se pueden añadir otros "contraejemplos" más.







Este es tan popular que hasta se ha convertido en motivo de camisetas:




















Y ha dado para múltiples variantes, incluida otra del pensador ilustrado Forges:





















Otro clásico: la canción de The Kinks, Apeman (1970), cuya letra no tiene desperdicio:

Como el post resulta un tanto heterodoxo, voy a acabar citando la obra de Louis Pauwels y Jaques Bergier, La rebelión de los brujos (1970). Muchas afirmaciones contenidas en este libro y en su predecesor, El retorno de los brujos (1960), son discutibles en grado sumo y, con frecuencia, carecen de fuentes en las que apoyarse (algo básico para que puedan ser consideradas serias). Pero su invitación a desarrollar el "pensamiento lateral", la búsqueda de explicaciones en principio contrarias a las formas de razonamiento establecidas, aunque no irracionales, resulta muy estimulante. También me parecen reveladores, y a ello se debe esta referencia, los paralelismos que detectan entre ciencia y paraciencia. Antes de que me tiréis piedras (antiquísimo sistema de refutación que queda bien reflejado en Ágora) transcribo el pasaje en el que Pauwels y Bergier traducían el ambiente mental de su época respecto al darwinismo, a finales del siglo XX. Su descripción refleja el darwinismo popular, ampliamente extendido, al que alude el título de este post: la interpretación de la teoría de la evolución como una nueva religión, que predestina el futuro de la humanidad.

"Nuestros abuelos habían decretado la muerte de Dios. Pero la Trinidad resistió el golpe. Sólo cambiaron las palabras. El Padre se convirtió en la Evolución; el Hijo, en el Progreso; el Espíritu Santo, en la Historia.
Matad al Padre de una vez para siempre. Es decir, poned en duda la Evolución. Entonces, la noción de Progreso fallará por su base; perderá su valor de absoluto; se despojará de su naturaleza casi religiosa. Y, en consecuencia, la Historia dejará de ser necesariamente ascendente. Hela aquí desprovista de mesianismo, reducida a pura crónica. Quizá sea éste el verdadero paisaje, que permanecía oculto detrás de los tabúes".

2. Acabo con la prometida breve reflexión: el hecho constatable de que los seres vivos, incluido el hombre, se transforman para adaptarse al medio, a lo largo de incontables generaciones, no implica de ningún modo que estas modificaciones sean necesariamente a mejor: tal valoración, como su contraria, resulta por completo improcedente. Se trata sólo de eficacia orgánica: evitar la extinción, en última instancia.

Ahora bien, el hombre actual es más inteligente que sus predecesores, y ha superado en alto grado las limitaciones físicas del entorno. ¿No podemos afirmar objetivamente, entonces, que nuestra situación ha mejorado? Aquí es precisa una distinción; vayamos por partes.

En cuanto al control sobre el medio ambiente, y el grado de bienestar alcanzado gracias a ello, al menos en parte del mundo, los países ricos "occidentales", se trata de logros culturales, de civilización: en última instancia, un producto histórico. La Historia es obra de los hombres, y sabemos a ciencia cierta que las regresiones son posibles: los "pasos atrás" se han producido a lo largo de las épocas. La Historia no sigue una línea de progreso irreversible, y es deber de los historiadores, gremio al que humildemente pertenezco, mantenerse conscientes de esta verdad y recordarla. Creer que existen fines irremediables en la Historia conduce a interpretaciones falsas y a posturas de abandono y resignación. No conviene al pensamiento progresista esta renuncia, sino, al contrario, partir de la convicción de que la Historia se construye día a día, en cada presente, porque la hacemos todos los seres humanos, y no obedece a un mandato prefijado con carácter inexorable.

No se puede hablar de progreso, por tanto, en el plano histórico. En cuanto al plano biológico, resulta incuestionable que la inteligencia del Homo sapiens sapiens actual es superior a la de sus ancestros homínidos. Y el aumento de la inteligencia, en cuanto soporte imprescindible para los logros culturales mencionados más arriba, constituye un avance importante. Aquí hay que hacer dos precisiones. Una, que el pasado incremento de la inteligencia no garantiza un incremento futuro. Otra, que disponer de más potencial de inteligencia no garantiza que ésta llegue a utilizare, y tampoco, en principio, que se emplee en provecho de la humanidad en su conjunto.

La última cuestión nos introduce de lleno en el terreno de la ética. La libertad de elección del hombre implica que podemos comportarnos hacia nuestros semejantes, y hacia el conjunto de los seres vivos en general, de modo beneficioso o dañino. Los artículos que he recomendado al principio de este post abren una nueva puerta a la esperanza: tal vez, a fin de cuentas, el mecanismo de la evolución conduzca en última instancia al progreso humano. Si existiera una naturaleza humana, y en ésta se encontrara inscrita una tendencia a cooperar, en lugar de una tendencia a competir, podríamos recuperar la fe progresista. Las disquisiciones sobre tan trascendente asunto serán el motivo de mi siguiente post, que espero escribir antes de que concluyan este año y su efeméride.



Jesús Ruiz

Categoría: Biología, Historia