Ciencia para impacientes

viernes, junio 12, 2009

Adiós a la factura del gas: un sueño en camino

[Artículo publicado en el diario La Rioja con fecha 11 de junio de 2009]

Imagine que a final de mes no tuviese que pagar por el uso de la calefacción. Ni por el agua caliente. Ni por la electricidad. Imagine el dinero que se ahorraría. Y todavía más, imagine que con ello le estaría haciendo un favor a su país y a todo el planeta. No estaría nada mal, ¿no? Pues no es ningún sueño. O al menos así lo piensa el Parlamento Europeo que, el pasado mayo, aprobó una nueva normativa por la cual todos los edificios construidos a partir del 2019 tendrán que ser capaces de generar la energía que consumen.

Edificios energéticamente autosuficientes, un bonito sueño pero ¿cómo conseguirlo? Pensemos. Tendrán que generar algo de energía, qué tal si probamos con paneles solares, pero, sobre todo, tendrán que gastar mucho menos. Serán edificios que estarán mejor aislados térmicamente para que necesiten menos calefacción y refrigeración, que aprovecharán la energía proveniente del interior de la tierra mediante redes de tuberías que llegarán hasta una profundidad de cien metros, que contarán con electrodomésticos mucho más eficientes que minimicen el gasto en electricidad, etc. Un sinfín de mejoras que, en realidad, ya están a nuestro alcance en la mayoría de los casos. Por poner un ejemplo, expertos alemanes de la universidad de Wuppertal han demostrado que son capaces de reducir en un 90% el consumo energético de edificios antiguos aplicando tecnologías conocidas. Y otro que nos queda más cerca, el ayuntamiento de Tudela ha concedido licencias para la construcción de chalés que usarán la energía del sol y el interior de la tierra de manera que se conseguirá un ahorro energético del 50%.

Hasta la construcción tradicional nos enseña el camino a seguir. El ministro de Energía de Estados Unidos, y Premio Nobel de física, Steven Chu hablaba recientemente de las ventajas de pintar los tejados de blanco, como siempre se construyó en el Mediterráneo, para que los edificios reflejen la mayor parte de la energía solar que reciben y se mantengan frescos. Y es que, a veces, sólo hay que recuperar las buenas costumbres. Como la de los llamados “techos verdes”, tejados cubiertos totalmente por vegetación que fueron muy frecuentes en las casas del norte de Europa. Hoy se han redescubierto sus virtudes, la combinación de tierra y plantas en las azoteas actúa como aislante térmico y absorbe el agua de lluvia ayudando al drenaje urbano, y poco a poco se ha empezado a retomar su construcción, pero esta vez en los edificios de las grandes ciudades de todo el mundo.

La eficiencia energética ofrece ventajas para todo el mundo; al consumidor, que tendrá que pagar menos; al país, que recibirá una buena ayuda en un futuro donde el petróleo y el gas natural seguirán encareciéndose; y al planeta, que verá aliviado su calentamiento global si las emisiones de gases invernadero son reducidas. Y pensemos que no es un tema menor, el consumo doméstico supone un 40% del gasto total de energía en Europa y se le considera el mayor contribuidor al cambio climático, por encima incluso del transporte por carretera.

Así que la situación es la siguiente: sabemos que estamos ante un problema importante, y tenemos gran parte de la tecnología necesaria para solventarlo, pero aplicamos esta solución con cuentagotas. Por desgracia, más de un siglo de energía barata ha conseguido que, al comprar un piso, pensemos más en el alicatado, los baños y la cocina que en las instalaciones y los materiales. Y ya sabemos lo que cuesta cambiar de hábitos, no digamos si son colectivos. De ahí la importancia de este tipo de políticas que encauzan el mercado en la línea correcta y proporcionan a las empresas un nuevo campo que explotar. De hecho, con esta nueva disposición del Parlamento Europeo se estima que se crearán unos 400.000 empleos. Muchos de ellos vendrán de mejorar las prestaciones de los edificios ya existentes, que también se verán afectados por la nueva normativa ya que deberán cumplir unos objetivos intermedios impuestos por cada estado.

Ciudades con edificios energéticamente autosuficientes que ayuden a nuestros bolsillos y mitiguen el calentamiento global, en las que podamos pasear libremente porque el tráfico actual habrá sido sustituido por transporte público, en las que al mirar al cielo contemplemos azoteas verdes y llenas de vida… en fin, ciudades menos contaminadas y más amigables con sus habitantes. Ese futuro es posible pero habrá que trabajar duramente para conseguirlo. Esta nueva normativa europea ayudará a allanar el largo y tortuoso camino que conduce al objetivo y, por tanto, es digna de ser reseñada.

David Sucunza Saenz



Categoría: Ciencia, Ecología, Noticias, Política, Innovación