El ciclo solar (ciclo de actividad magnética solar) tiene que ver con la compleja actividad termonuclear que sustenta nuestra estrella. Como consecuencia, se producen fluctuaciones en la polaridad magnética del sol, cuyos polos magnéticos se invierten cíclicamente. Este ciclo fue descubierto en 1843 por Samuel Heinrich Schwabe, cuando estudiaba la evolución de las manchas solares. El primer ciclo fue observado y registrado en 1755; a partir de él se han seguido anotando hasta nuestra época, en la que acabamos de iniciar el ciclo 24. (Lista de ciclos solares.)
El ciclo solar tiene una duración media de 11,1 años, aunque se han observado ciclos cortos de 9 años y ciclos largos de hasta 14. Un nuevo ciclo comienza cuando aparecen las primeras manchas solares, después de un período de ausencia de las mismas. Las manchas aparecen primero a una latitud solar elevada; a medida que progresa el ciclo, las manchas van congregándose alrededor del ecuador solar. En esta página de la NASA, se hacen la pregunta: «¿está comenzando un nuevo ciclo solar?», con pertinentes explicaciones.
El origen de las manchas solares y su aparición cíclica fue estudiado por primera vez por George Ellery Hale. En 1908, demostró que las manchas solares están muy magnetizadas. Mas tarde, comprobó que en el sol se forman pares de manchas cuya polaridad magnética, dentro de un ciclo, es siempre la misma en un mismo hemisferio solar y opuesta en pares situados en hemisferios diferentes. Además, las polaridades se invierten en ambos hemisferios al cambiar de un ciclo al siguiente. Estos ciclos magnéticos tienen una duración media de 22 años que, por simetría, dan lugar al ciclo de 11 observado.
La aparición de manchas solares (el ciclo magnético) es uno de los factores, entre otros, que contribuye a las variaciones de luminosidad del sol. Sin embargo, el efecto de las manchas solares en lo que respecta al calor que llega a nuestro planeta es pequeño. Además, la inercia térmica de la tierra hace que prácticamente no se noten las variaciones.
Existen, no obstante, otros ciclos solares de mayor duración. El siguiente en duración es el denominado ciclo de Gleissberg, que dura unos 80 años. En este caso, la causa recae sobre el movimiento oscilatorio del sol alrededor de centro de masas del sistema solar. Este ciclo tiene mayor impacto en el clima, y es el responsable del mínimo de Maunder, ocurrido entre 1645 y 1715, que parece ser el causante de la conocida como pequeña edad de hielo. Además, existen otros ciclos de mayor duración, que no sólo involucran al sol sino también a los movimientos de la órbita terrestre, que influyen en el clima a una escala mucho mayor. Así se explican, por ejemplo, las grandes glaciaciones ocurridas en el pasado.
Según la opinión de algunos científicos, y en contra de las ideas generalizadas sobre el calentamiento global de la tierra, nos encaminamos hacia una época de frío. El efecto se podría notar ya en este ciclo solar, el 24. En especial, a partir de 2030, entraríamos en el mínimo de Gleissberg correspondiente y el enfriamiento global sería más notorio. Estos científicos sostienen que el calentamiento debido al efecto invernadero es muy pequeño y de mucha menor influencia que los cambios en la actividad solar. http://blogdejavima.blogspot.com/2007/10/partir-de-2012-asistiremos-un.html
¿Qué actitud tomar ante estas opiniones diametralmente opuestas dentro de la ciencia? Tanto si avanzamos hacia un período de calentamiento, como si este es de enfriamiento, está claro que el pánico sobra. La histeria, el uso político y el antropocentrismo sobran. El clima terrestre depende de un equilibrio delicado entre muchos factores y no se puede comprender simplemente atendiendo a procesos simples aislados, como puede ser el efecto invernadero o las manchas solares. Todo ha de analizarse en conjunto.
Por otro lado, no ha de olvidarse que las emisiones excesivas de dióxido de carbono constituyen sólo un aspecto del problema, y quizá no el más acuciante. Cualquier vertido masivo de sustancias, sean gaseosas, líquidas o sólidas, puede tener efectos adversos para la humanidad. Y es posible que el dióxido de carbono no sea nuestra mayor amenaza, si la comparamos con el creciente envenenamiento de las aguas, de la tierra y del aire con sustancias extrañas a la maquinaria metabólica de los seres vivos.
Alberto Soldevilla
Categoría: Astronomía, Noticias, Ecología