Ciencia para impacientes

miércoles, septiembre 26, 2007

La Teoría del Flogisto

[Emitido en el espacio "Divulgación Científica" de RNE 5 Todo Noticias - La Rioja]

En el siglo XVIII, surgió una teoría para explicar los procesos de combustión, la denominada Teoría del Flogisto. Semejante al fuego de los cuatro elementos aristotélicos, el flogisto era un misterioso fluído energético, que se desprendía de los cuerpos al arder.

Algunos años antes de la Revolución Francesa, Antoine-Laurent de Lavoisier realizó ciertos experimentos -revolucionarios entonces- sobre la combustión y la oxidación. Empleó un instrumento desconocido en los laboratorios cuasi-alquimistas propios de la época: la balanza. Cuidadosamente, Lavoisier midió la masa antes y después de la combustión, sin olvidarse de los gases emitidos, que recogía y pesaba también. Su objetivo: pesar y medir el flogisto formado. Y el resultado: obstinadamente, el flogisto tenía una masa negativa.

No podía ser de otro modo: al quemarse, los cuerpos ganan masa, combinándose con algún elemento procedente de la atmósfera. “El oxígeno”, concluyó finalmente Lavoisier. La Teoría del Flogisto volvió a la nada, de donde había salido.

Sin embargo, es probable que Lavoisier no hubiera realizado sus experimentos sin tener una teoría que verificar, y finalmente contradecir. Alguien podría concluir, que las teorías científicas son siempre útiles, incluso cuando son falsas.

Alberto Soldevilla



Categoría: Química, Historia

martes, septiembre 11, 2007

Vacas sagradas vs hamburguesas

[Emitido en el espacio "Divulgación Científica" de RNE 5 Todo Noticias - La Rioja]

Para nuestra mentalidad occidental resulta sorprendente que los hindúes no se coman a las vacas, viviendo como viven en condiciones de gran escasez. Su conducta nos parece irracional y contraproducente. El antropólogo Marvin Harris demostró, sin embargo, que la veneración de las vacas en la India constituye una exitosa y milenaria estrategia de adaptación.

Una vaca asegura a cada familia de pequeños campesinos el suministro de estiércol, que es su principal fuente de combustible y de abono, y, mientras sigue fértil, también el de leche y el de terneros, que una vez convertidos en bueyes emplean como animales de tiro. Todo ello con la ventaja de que a pequeña escala la vaca no compite por la tierra de cultivo con los seres humanos, puesto que su estómago de rumiante aprovecha la hierba de laderas estériles y baldíos. Para los cientos de millones de indios que dependen de la agricultura de subsistencia, criar vacas para el consumo de carne es una práctica insostenible y un lujo que no pueden permitirse.


Jesús Ruiz

Categoría: Antropología, Historia, Ecología, Religión