Hace poco tiempo, tratamos el tema aquí en Ciencia para impacientes: ¿Cómo sabemos que Floyd Landis se dopó con testosterona?. Acabo de leer en la página de la Royal Society of Chemistry un artículo de tema similar: ¿cómo descubrir a un atleta que se dopa con insulina?
La insulina es una hormona fundamental en nuestro metabolismo. Es sabido que el déficit de insulina desencadena la diabetes, cuando el organismo no es capaz de producirla en cantidad suficiente. Por otro lado, un exceso de insulina puede ser también problemático, porque produce hipoglucemia (un nivel de glucosa en la sangre por debajo de lo normal). Sin embargo, parece ser que algunos atletas se la inyectan con la idea de mejorar su rendimiento físico, a pesar de que no está del todo claro el efecto potenciador que la insulina pueda tener.
Según el artículo, la insulina ralentiza la degradación de los tejidos musculares, lo que es aprovechado por los atletas que se dopan con hormona del crecimiento (dopping + dopping). Para los atletas que requieren grandes esfuerzos, como ciclistas y corredores de larga distancia, la insulina «extra» serviría, supuestamente, para desarrollar una mayor resistencia a la fatiga, dado que esta hormona está directamente implicada en el transporte de combustible (glucosa) al interior de las células.
Científicos alemanes y belgas han desarrollado un método analítico para discriminar la insulina endógena, la producida por el organismo, de las insulinas sintéticas. El método se basa en analizar los metabolitos (productos de degradación) de la insulina presentes en la orina. En el artículo original, se explica el análisis con detalle: los metabolitos se extraen de la orina por cromatografía de inmunoafinidad y se separan por cromatografía de líquidos acoplada a espectrometría de masas. He aquí la clave: la insulina endógena y la artificial difieren en algunos aminoácidos de su estructura química. (En concreto —solo para iniciados—, el análogo de insulina conocido como Lantus tiene glicina en lugar de asparagina en la posición 21 de la cadena A, y dos argininas adicionales alargando la cadena B en las posiciones B31 y B32.) Tras el metabolismo, los productos de degradación de este tipo de insulina artificial «pesan» distinto de los que se derivan de la insulina natural.
Sin embargo, en el caso de la insulina recombinante, o la insulina denominada Levemir, los análisis no fueron capaces de discernir la diferencia, dado que los productos de degradación metabólica de estas insulinas son químicamente idénticos a los de la insulina endógena (esto se debe a que las diferencias estructurales de estas insulinas respecto de la natural son menores que en el caso de Lantus). Aún con todo, no parece que haya escapatoria: los investigadores han encontrado que la relación entre la concentración de metabolitos y la de insulina es anormalmente alta cuando se han usado estos análogos, ya que se degradan en el cuerpo a distinta velocidad que la insulina natural. Aunque todavía no está validado, este podría ser un método útil para detectar el uso de estos análogos de insulina, más difíciles de analizar.
¿Y la propia insulina natural? ¿No se podría usar directamente para que no fuera detectada por este test? Al margen de posibles análisis isotópicos, como los que se comentaron ya en el caso de la testosterona, ocurre que la insulina endógena se degrada muy rápidamente, y los preparados que se usan para este tipo de dopping son «de larga duración» (es decir, insulinas modificadas para que su acción dure más, ya que se degradan en el cuerpo más lentamente). De esta circunstancia se aprovechan normalmente los diabéticos para no tener que pincharse con tanta frecuencia.
Dado que es relativamente fácil acceder a estos preparados de insulina, comercializados para el tratamiento de la diabetes, no parecería extraño que su uso como agente dopante estuviese bastante extendido. El testimonio de varios atletas parece indicar que el dopping con insulina es un verdadero problema.
Alberto Soldevilla
Categorías: Ciencia, Deporte