Ciencia para impacientes

miércoles, agosto 08, 2007

¿Y si al tío Tom le hubiese tocado una mansión?

Hoy hablaré de un insólito caso histórico que encontré en uno de los recomendables libros del gran escritor y periodista polaco Ryszard Kapuscinski. Se trata del nacimiento del estado africano Liberia y quien quiera una versión mejorada del relato puede encontrarla en Ébano.

Curiosamente, la historia de la Liberia independiente se inició en los Estados Unidos de América y, por increíble que parezca, fue el fruto del empeño conjunto de dos grupos antagónicos: abolicionistas y dueños de esclavos. A principios del siglo XIX, estos dos gremios unieron sus fuerzas en una única asociación, la Sociedad Americana de Colonización, con la intención de devolver a África a unos cuantos miles de antiguos esclavos liberados que se habían vuelto molestos. Naturalmente, ambos colectivos tenían motivos bien diferentes. Mientras que los abolicionistas creían estar dando una vida mejor a un grupo que ansiaban ver libre pero con quien no deseaban mezclarse, los esclavistas no querían ver negros libres andando por ahí; por aquel tiempo había unos dos millones de esclavos en Estados Unidos y no era cosa de darles malos ejemplos.

Una vez formada la Sociedad Americana de Colonización, en 1816, el siguiente paso fue recaudar el dinero necesario para comprar un pedazo de África donde llevar a los libertos negros. Y como la asociación tuvo bastante éxito, uno de sus agentes, Robert Stockton, fletó un barco rumbo a la actual Liberia seis años más tarde y, una vez llegado a las inmediaciones de lo que es hoy su capital, Monrovia, compró la tierra necesaria al reyezuelo de la zona. Son de destacar las habilidades de Stockton como comerciante ya que el trato le salió barato: seis mosquetones y una caja de abalorios. Que encañonara con su pistola la sien del reyezuelo durante las negociaciones pudo tener algo que ver en este buen precio.

Una vez adquirido el terreno, barcos procedentes de Estados Unidos fueron transportando grupos de esclavos liberados que, sin ninguna cultura y arrojados sobre una tierra extraña, se acomodaron a la zona como pudieron. Para 1847, la comunidad ascendía a unos 6000 habitantes y se proclamó la República de Liberia. Y aquí llega lo más curioso y triste de la historia. Parecería lógico que un grupo que había sufrido en sus propias carnes el oprobio de la esclavitud buscase un modelo contrario a tales prácticas al tener la posibilidad de regir su propio futuro. Sin embargo, esta comunidad creó una sociedad que era el vivo espejo de la que habían dejado en Estados Unidos. Solamente hubo un cambio: ellos pasaron a ser los amos y convirtieron a la población aborigen en sus esclavos. En su descargo, y supongo que en el de toda la especie humana, hay que decir que estos hombres reeditaron el único sistema que conocían y que, nacidos en esclavitud, probablemente no fueron siquiera capaces de imaginar un mundo en el que todos disfrutasen de iguales derechos.

Así nació una sociedad en la que un pequeño grupo de habitantes instalados en la zona costera de los alrededores de Monrovia, los antiguos esclavos americanos que pasaron a denominarse a sí mismo Americo-Liberians, se declararon únicos ciudadanos de Liberia y sometieron al resto, que habitaba principalmente en el interior selvático y sumaba el 99% de la población, en una especie de apartheid sin contenido racial. De esta forma, los pobladores oriundos no podían participar en el gobierno, les fueron asignados territorios tribales donde habitar y, por supuesto, los matrimonios mixtos quedaron prohibidos. Y como todos tenían el mismo color de piel, los américo-liberianos trataron de distinguirse por sus costumbres y atuendos. Vivían en mansiones y palacetes que eran copia exacta de los que construían los dueños de las plantaciones del sur norteamericano y, en el calor abrasador del clima tropical de Liberia, los señores de Monrovia vestían frac, sombrero hongo y guantes blancos y las damas lucían espesas pelucas y engorrosos sombreros.

En las décadas siguientes las sublevaciones de la mayoría oprimida fueron frecuentes. Y en todas ellas el gobierno de Monrovia, en manos de un partido único llamado Partido Liberal Verdadero, actuó de la misma manera: envió expediciones de castigo que encarcelaba o asesinaba a los insurrectos, decapitaba a los líderes e incendiaba sus poblados. Posteriormente, los presos se convertían en esclavos de las haciendas de los américo-liberianos o eran vendidos a otras colonias, principalmente a Fernando Poo y las Guayanas.

Este monopolio del poder duro hasta 1980. La madrugada del 12 de abril de aquel año, diecisiete soldados comandados por un joven sargento que apenas sabía leer y procedía de una pequeña tribu de la selva, Samuel Doe, entró en la residencia presidencial y descuartizó al último presidente del Partido Liberal Verdadero, William Tolbert. Por desgracia, este rudo golpe tampoco trajo un gran cambio. Volvieron a variar los amos pero no cesaron las injusticias.



David Sucunza

Categoría: Historia

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy interesante lo que propones, David. Como historiador no puedo dejar de relacionar tu relato con algunos de los problemas que en los últimos años ocupan a mi modesto gremio, en particular el peso de las mentalidades y los conceptos hegemónicos sobre el comportamiento social: porque los acontecimientos que resumes demuestran que la identidad es algo que se construye (en este caso, la identidad nacional liberiana, frente a otra supuestamente más intuitiva, la racial), así como que la solidaridad es algo que hay que aprender.

Anónimo dijo...

Si te ha interesado la Historia de Liberia , te interesara la Historia de Haiti desde su sangrienta independencia de Francia a finales del S.XVIII.
Y no olvides echar un ojo a la de la antigua Rodesia ,hoy Zimbabue desde 1960 hasta hoy.
Adivina que tienen en comun.